martes, 12 de mayo de 2009

Viajando en colectivo

Hace ya 13 años que todas las mañanas subo a un coche de Las Rosas. Mi trayecto es corto. Hasta el pueblo, como decimos aquí, en Los Solares, cuando nos referimos al centro de Funes. Si, ya sabemos que Funes es una ciudad. Pero mírenlo desde nuestro punto de vista: cuando muchos de nosotros llegamos aquí, había un montón de terrenos vacíos. Parecía todo campo. Ir hasta la parte céntrica era ir al “pueblo” propiamente dicho, a donde estaban la mayoría de los negocios, el correo, la iglesia, etc.
Pero continúo con mi relato para no irme por las ramas. Todas las mañanas subo al colectivo y miro a las personas que en él viajan. Comenzamos a saludarnos: algunas mamás de Villa Golf que van a trabajar, pero que antes acompañan a sus hijos a la escuela, chicos que van solos a sus colegios, pero para que el chofer los escuche cuando dicen “¡EN LA PRÓXIMA!” se quedan adelante, con sus mochilas y sus camperas, trabando todo el paso, maestras con guardapolvos de distintos colores según sean de Joan Miró, María Auxiliadora, La escuela nº 125, la 1061 o el Colegio del Sol ( No nombro a Nazareth porque la escuela primaria es a la tarde y no me encuentro con sus docentes).
Si el colectivo anterior no pasó, nos damos cuenta porque cambian los rostros: no son de este horario. ¿Hay muchas casas en construcción en Funes? También lo sabemos por la cantidad de albañiles que viajan con sus bolsos y que se bajan en grupos, según la ubicación de las distintas obras.
En un punto del centro, siempre suben varios chicos que van a la escuela técnica de Roldán. Te das cuenta por sus remeras azules y algunos por sus tableros de dibujo técnico. Todo el que sube a alguien saluda. ¿En dónde se da eso sino aquí?
Coches que se descomponen, choferes (seres humanos) que son pacientes, otros que no, que te esperan si no podés cruzar la ruta por el tráfico (otros no), en fin…
Me puse a pensar en esa cantidad de gente que una ve día a día, que pocas veces le conoce el nombre, pero con la que habla sobre el tiempo, el horario del colectivo, el humor del chofer. A veces no se cruza ni una palabra, pero sabemos donde más o menos se baja y nos ponemos cerca para ocupar su asiento cuando descienda. Gente que nos acompaña, sin querer, en nuestra rutina diaria. Personas con las que nos cruzamos todas las mañanas viajando en el colectivo Las Rosas.
Gabriela Adell

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