miércoles, 28 de diciembre de 2011

La segunda partida del Principito
A Carlos Mac Alister, escritor
La muerte del escritor trajo aparejada algunas reflexiones propias de esta época del año.
Para algunos bohemios, locos y soñadores murió como desearía morir un “artista”  en un puti club rodeado de gente incomprendida como lo era él.
                En sus diferentes roles era odiado, admirado, incomprendido, reconocido y vaya a saber en qué otros ámbitos se movía y qué sentían hacia él los que estaban a su alrededor.
                Todo tipo personas se acercaron a lamentarse, a alegrarse, como si alguien pudiese alegrarse de la muerte de una persona. Pasó sus últimos días leyendo el diario como los hizo estos últimos años y protestando, lamentándose de la vida que le tocó en este tiempo, pero fue él quien forjó su propio destino, a quien más echarle la culpa.
                Es increíble y uno se pone a pensar cuantas caras llevamos encima en nuestro paso por la vida. No es la misma cara que llevamos a un trabajo cuando no estamos a gusto, pero la gente que allí está no es culpable de esta situación; no es la misma cara  en la reuniones sociales; en nuestra casa, es allí donde ponemos la cara más fea, la que demuestra todo nuestro sentimiento de lo que pasó durante el día, y es allí  donde debe estar la mejor cara, donde uno tiene su espacio, su lugar, sus seres más queridos y fieles.
                Así era el escritor: tenía distintas caras o fue en otra época donde mostró la mejor, la más creativa, la más lúcida, la más productiva. Ese recuerdo es el que lleva en la memoria sus admiradores, sus seguidores, sus colegas.
                Se fue para alegría de algunos, para tristeza de otros, para indiferencia de otros tantos. Su paso habrá sido ignorado por muchos y agradecido para algunos. Dejó su obra, buena, mala, mediocre, excelente, está ahí, al alcance de cualquiera.
El paso del tiempo es implacable y para  algunos, muy destructivo. La cuestión es cómo transitamos este camino por el tiempo y tratar de tener una sola cara para todo, ser realmente quienes somos.
“Pero no dejemos ser quienes somos. Si nuestra extraña condición nos ha hecho comprender el sentido adverso del mundo, agrupémonos para ayudarnos amistosamente a soportar la adversidad.” (Alejandro Dolina)
                                                                                                                   Quique

               

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