sábado, 28 de marzo de 2009

El COMPROMISO

Los seres humanos desde que nacemos, transitamos por diferentes instituciones que la sociedad facilita con el fin de adecuarnos a una normativa que nos permita convivir en ella.
La primera institución esta dada por la relación madre- niño. En este proceso de interacción se estructuran las bases de las conductas futuras.
La siguiente institución en el proceso de asimilación de la normativa social es la familia. El niño se somete al adulto y en este mismo acto aprende a someter a los elementos más débiles de la estructura familiar.
El aprendizaje y fundamentalmente la escuela constituyen las otras grandes instituciones en las que el niño cumple estas pautas integrándose a una sociedad jerarquizada dentro de la cual tendrá una “conducta normal”.
Este proceso de socialización necesario que permite por un lado la integración a la vida en grupos por otra parte hace que en nuestra vida cotidiana mediante este acatamiento a las reglamentaciones sociales, los hechos y actos se nos presenten como algo incuestionable, evidente, constituyendo verdaderos mitos que se traducen en frases como “ las cosas son así”, “no se puede hacer nada”. De este modo quedamos paralizados ante una realidad que parece inmodificable y anulamos nuestra capacidad de reflexión y crítica.
En el contexto cultural socio-económico en que vivimos esta situación se ve acentuada por el ritmo de vida que nos lleva a perder un contacto más fluido con las instituciones de las cuales participamos casi sin darnos cuenta. Por ende esto conlleva un malestar que se expresa de diversas maneras dificultando la vida en grupos. Algunas personas utilizan como forma de protegerse el individualismo, aislarse, centrarse en su propia necesidad sin reconocer las necesidades de los otros.
Esto alimenta un imaginario del otro conformado por la desconfianza.
Una forma de contrarrestar este malestar es la participación en el grupo o comunidad, por ejemplo el “barrio”.
El grupo es considerado como un espacio de preservación de la identidad, del pensamiento, donde la experiencia puede ser compartida, nombrada. Permite la unión de los miembros entre sí desde la historia en común, los intereses o los objetivos, promueve la generación de lazos más confiables y solidarios.
Es necesario empezar a recuperar espacios de interacción con los otros, donde la comunicación sea más constante, donde volvamos a creer y a confiar, donde poder reflexionar y de ese modo producir, modificar algo de aquello instituido que nos deja paralizados en una queja sin salida.
“En la vida anímica del individuo, el otro cuenta, con total regularidad, como modelo, como objeto, como auxiliar y como enemigo…”
(Sigmund Freud. Psicología de las masas y análisis del yo.)
Ps. Valeria Pelusso

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